El impacto de los cortes de agua en zonas urbanas de América Latina: voces desde la comunidad

El impacto de los cortes de agua en zonas urbanas de América Latina

América Latina ha crecido rápidamente en zonas urbanas, pero sin mejoras suficientes en la infraestructura hídrica. En ciudades como La Paz, Caracas o Lima, los cortes de agua dejaron de ser excepcionales. Hoy, millones deben adaptarse a una escasez constante en su vida cotidiana.

Lo que antes era una emergencia puntual se volvió parte de la rutina para muchas familias. Sin acceso confiable, reorganizan hábitos de higiene, cocina y cuidado diario. La falta de agua condiciona especialmente a barrios pobres y zonas marginadas.

Según un informe de la CEPAL de 2023, 77 millones carecen de acceso continuo al agua potable. Aunque hay avances legales y técnicos, los cortes prolongados persisten. Y quienes más sufren las consecuencias son siempre los más vulnerables.

La vida entre baldes y bidones

En los cerros de Valparaíso, Rosa Molina, de 61 años, se levanta de madrugada para llenar baldes en un grifo comunitario. Solo tienen agua tres veces por semana y por pocas horas. Con esos recipientes cocina, lava y se baña.

En zonas populares de Lima, familias dependen de camiones cisterna y pagan mucho más que quienes tienen red fija. “El agua no llega, pero el recibo sí”, dice un vecino de Villa El Salvador. La desigualdad marca el acceso al agua.

En Caracas, los cortes eléctricos dificultan el bombeo y obligan a almacenar en condiciones precarias el agua. En Bogotá, durante los racionamientos de 2024, miles redujeron duchas o comidas. Adaptarse se volvió parte de la rutina.

Consecuencias invisibles pero profundas

Los cortes de agua afectan más que la higiene o el confort del hogar: impactan salud, educación y trabajo. En muchas ciudades, escuelas cierran por falta de agua en baños. Clínicas postergan tratamientos y la gente pierde jornadas buscando agua.

Según la OPS, la escasez de agua potable eleva riesgos de enfermedades gastrointestinales y cutáneas. También favorece virus como el dengue, ya que el agua acumulada atrae mosquitos. La precariedad sanitaria se agrava en contextos urbanos vulnerables.

La falta de agua profundiza desigualdades estructurales en América Latina. Las mujeres, encargadas históricas del hogar, son las más afectadas. Muchas dejan sus estudios o trabajos para recolectar y administrar el agua familiar.

Entre los efectos más graves de los cortes prolongados destacan impactos sanitarios, económicos y sociales. La inestabilidad del suministro afecta el bienestar diario de millones. Algunas de las consecuencias más comunes incluyen:

  • Suspensión de clases en centros educativos por falta de condiciones sanitarias.
  • Riesgos elevados de enfermedades por agua contaminada o mal almacenada.
  • Sobrecarga de responsabilidades en mujeres y niñas dentro del hogar.

Respuestas comunitarias y resiliencia

Ante la falta de soluciones por parte de las autoridades, muchas comunidades han creado respuestas colectivas. En Medellín, vecinos del barrio Popular organizan redes solidarias para compartir agua. También construyen tanques comunales para el abastecimiento diario.

En San Salvador, se recurre a tecnologías simples y accesibles para enfrentar la escasez. Entre ellas destacan los filtros artesanales y los pozos de lluvia. Estas soluciones se implementan en escuelas y espacios comunitarios.

En Ciudad de México, colectivos ciudadanos como “Agua para Todxs” presionan por una gestión más equitativa del recurso y visibilizan cómo el modelo de concesiones favorece a grandes industrias mientras deja a sectores pobres sin cobertura adecuada.

Las redes sociales también se han convertido en una herramienta poderosa. Plataformas como TikTok y Facebook permiten denunciar fallas, compartir consejos y coordinar acciones vecinales. En barrios afectados por la escasez, son clave para difundir prácticas como:

  • Organización de turnos comunitarios para recolección de agua.
  • Implementación de sistemas artesanales de captación pluvial.
  • Difusión de reclamos ciudadanos a través de redes sociales.

Una deuda histórica y ambiental

La crisis del agua en las ciudades está ligada al cambio climático y a una mala gestión histórica. Sequías, urbanización caótica y fuentes contaminadas han agravado el problema. En São Paulo, el 40% del agua potable se pierde antes de llegar a los hogares.

Además, muchos países priorizan industrias de alto consumo hídrico sobre el derecho al agua. Esto genera tensiones entre comunidades y gobiernos, como en Perú o Bolivia. Las protestas surgieron frente a proyectos que buscaban privatizar el servicio.

Mirar al futuro con justicia hídrica

Garantizar el acceso al agua como derecho humano requiere repensar políticas, desarrollo y prioridades públicas. Fortalecer infraestructuras es clave, pero también lo es valorar el saber comunitario. Las propias comunidades pueden gestionar el recurso de forma justa.

Ejemplos como la captación pluvial en Ciudad de México o el agua comunitaria en Ecuador lo demuestran. También los comités de vigilancia hídrica en Rosario, Argentina. Cuando hay participación ciudadana real, otra gestión del agua es posible.

Conclusión

Los cortes de agua en ciudades latinoamericanas no son solo fallas técnicas, sino reflejo de desigualdad estructural. También expresan decisiones políticas y una crisis ambiental que sigue creciendo. Frente a esto, las comunidades denuncian, resisten y construyen alternativas.

Mientras los grifos se cierran, se abren nuevas formas de solidaridad, organización y conciencia colectiva. Escucharlas es el primer paso para diseñar una región más justa, resiliente y con agua para todos.